martes, 25 de noviembre de 2014

Comer es uno de los grandes placeres de la vida.
La prueba más fidedigna que conozco de que se ha degustado algo realmente espectacular, es ese explosivo e impertinente impulso de raspar la olla (que definitivamente es la mejor parte, especialmente cuando se le agrega el indescifrable sabor de un dedo entrometido). Ese sólo hecho guarda la tremenda angustia de querer que el sabor dure para siempre y encontrarse a cada minuto una amenazante olla cada vez más limpia. Raspar la olla es el acto de desafiar los límites de cuándo se acaba un plato, es la búsqueda de un infinito.
Eso es, en parte, la escritura poética para mí: el lenguaje figurado. Es tratar de romper los límites de la lengua, para expresar sensaciones y percepciones que no tienen palabras. Porque la mayoría de las experiencias, cuando se viven profundamente, no tienen palabras, ya que la experiencia es infinita y las palabras son finitas. Por eso el lenguaje figurado es hermoso, porque encuentra caminos entre las palabras para expresar lo infinito: la experiencia en su más pura y completa expresión.
Este blog, es la ventana de mi experiencia figurada.
Sean bienvenidos.

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